Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a Paula. Había salido de la ciudad de Cusco en Perú unas seis horas antes. Me dirigía hacia la selva del Manu, concretamente a la Reserva ecológica Chontachaka donde me habían propuesto trabajar como cocinero vegetariano durante un mes. Eran aproximadamente las 6 de la tarde cuando el conductor del bus en el que viajaba se paró en medio de un camino de tierra para anunciarme que había llegado a mi destino. Me bajé en ese camino en medio de la selva donde un cartel y un cobertizo de hojas de palmera mostraban la entrada al lugar. Había que recorrer un tramo y la noche empezaba a caer. Al final del recorrido llegué a un río que solo se podía pasar con una plataforma que colgaba de una cuerda metálica, al fondo a la izquierda se vislumbraba un bungalow. Pegué un silbido y al poco rato una chica vino a buscarme, me subí a la plataforma y crucé el río mientras miraba mis pies colgando y el caudal del río bajo ellos.
La reserva era un lugar cuyo terreno había sido comprado hace años al anterior propietario, que tras talar los árboles que habían y
plantar monocultivo había provocado que la tierra se quedara infértil. Esto hizo que necesitara venderla a un precio irrisorio y la actual propietaria decidió emprender un proyecto de reforestación de esta parte de la selva que iba a ser financiado por el ecoturismo y mediante ceremonias con medicina indígena y natural. Actualmente en la reserva, aparte de los trabajadores y voluntarios, cohabitan en libertad una perra, un gato y una mona.
-¿Y donde está Paula, pregunté?-
Paula es el nombre de la mona Aulladora que vive en la reserva, una mona que fue «rescatada» de pequeña ya que la tenían de mascota y se pensó que este podía ser el lugar ideal para que viviera, teniendo en cuenta que, al haber vivido con humanos desde pequeña, su reintroducción era prácticamente imposible.
-Paula está en su jaula- me contestaron.
Paula no suele estar encerrada aunque se recurre a este opción cuando ataca a alguien, y aunque es muy raro que estos monos ataquen a un humano, Paula había atacado a Letty, una de las monitoras. Con el paso del tiempo iba a descubrir las razones por las las cuales lo hacía.
-¿Y puedo ir a verla?- contesté yo.
Entré en la jaula con un trozo de apio para obsequiar como buena visita que estaba siendo. En cuanto entramos, Paula vino hacia nosotros y no dudó en comerse lo que le habíamos traído. Yo sabía, lo había aprendido en un refugio de animales que visité en Bolivia, que para invitar a un mono a subirse encima tuyo, o para que baje de ti, lo que tienes que hacer es extender el brazo hacia la base de donde están ellos, así que lo hice también esta vez. Sorprendentemente, y lo digo porque muy pocas veces se lo vi hacer, ella respondió y se subió a mis hombros. Nuestra historia había empezado bien.

Bungalows donde dormimos en la reserva. Sin paredes, ambientación total.
Los primeros días en la comunidad con la mona fueron más bien tranquilos. A paula la liberaron al día siguiente esperando que no volviera a atacar a Letty, a la cual atacaba porque se ponía celosa y en cierta manera rivalizaba, ya que ella también era una hembra, y eso, en el mundo competitivo de los monos, puede ser un motivo de disputa. La había atacado cuando estaban en la selva cortando bambú (planta invasiva) con el machete. Paula se agarró de un árbol con las piernas de atrás y la cola y con las manos intentó coger el machete de Letty, provocándose además un corte en el dedo corazón que dejaría a la mona con el dedo rígido para el resto de sus días. Ahora, además de un mono loco, lo teníamos haciendo la butifarra. A parte de eso, de que por la noche podía entrar a dormir en cualquiera de las camas en las que dormíamos, de que si te dejabas la puerta de la cocina abierta entraba y se comía las cosas, de que se sentaba a tu lado o en tu espalda cuando estabas comiendo y se acercaba lentamente a tu plato para estirar el brazo y coger lo que pudiera, o de que si te dejabas un espejo o cualquier objeto reflectante, como un móvil o una táblet, te lo cogía y se subía al techo donde tu no llegaras, la convivencia estaba siendo más bien pacífica.
Yo, que no suelo disfrutar excesivamente de la pernoctación en compañía, cuestión de comodidad, solía meter la red que cubría nuestras camas por debajo del colchón, y de esa manera, aunque Paula intentara venir a dormir por las noches, se encontraba con la la red y no podía entrar. A lo más, la encontrabas por la mañana estirada en tus pies y te despertabas viendo su pelirrojo pelo brillar con la entrada del sol. Puede que fuera un mono un poco loco, pesado e incomprendido. Y puede que acariciarlo te tiñera las manos y te dejara la mano apestada a mono, y que te cabrearas cuando te robaba la comida, los espejos o los móviles, pero sin duda había algo mágico en todo eso de compartir la vida con ella.

A paula no le importa lo que tu pienses, si quiere dormir en tu cama lo hará. Despertar así por las mañanas, algo mágico.
El día en que todo cambió.
Carmen lo había susurrado entre risas el día que yo llegué: ¡Ui, tiene barba, la mona se enamorará de él! Aunque yo, que prefería no creer las cosas hasta no verlas, me lo había tomado como broma. Habían pasado dos o tres semanas en las cuales Paula había estado haciendo cosas como chupar los palos del bungalow donde yo dormía, imagino que para marcar su territorio, pero un día se levantó haciendo cosas aun más raras como por ejemplo mearse en medio del bugalow porque si, o dedicarse a comer pintura mientras nosotros, aparte de no entenderlo, nos reíamos de su boca roja y de como luego se pasaba varias horas sin moverse, más bien tranquila xD. Al parecer tampoco era la primera vez y la mona no aprendía, se había comido hasta lápices de colores y muchas más cosas. Simplemente estaba bien loca y vivir con un mono era una locura.
El caso es que yo estaba cocinando como cada día, pero ese no iba a ser un día cualquiera. Ese día Paula decidió no irse por ahí, sino que había decido declararme sus intenciones. Durante los próximos tres días, iba a tener una mona persiguiéndome sin descanso. Al principio era muy divertido, la mona me miraba de reojo y me sacaba la lengua. Al parecer, eso lo descubrí esos días y lo confirmé después al informarme, esa es la manera que tienen de decir a sus monos dominantes que quieren, ya sabes, mandanga. Si el mono les contesta, ellas se quedan con él, sino se van a buscar otro mono. Aunque en este caso no había tantas posibilidades, ya que hiciera lo que hiciera, yo era el único «mono» que había en ese comunidad. Hombre, con barba y pelo en pecho. Una especie única en esa zona, Bueno, que más da, pensaba. Yo salía y le daba de comer, como hacía siempre, ella comía, me sacaba la lengua, luego yo entraba en la cocina, ella me abría la puerta y después huía. Si yo estaba sentado en el retrete, ella aparecía por el techo, si yo me encerraba en algún bungalow, ella entraba por algún agujero. Si una chica me abrazaba, o lo más divertido, si yo acariciaba al gato, ella se ponía celosa, y se indignaba con la mujer o se ponía a perseguir al gato.

Hombre, gato, mono. Una escena poco común debido a lo posesiva que era Paula, que se ponía celosa de Lucas, el gato.
¡Ai, que risas!- pensaba. La mona está enamorada de mi y además es posesiva y celópata.
A parte de robarte comida, robarte los móviles, ponerse celosa, sacarme la lengua y todas las cosas que hacen los demás monos normales, y aunque nuestras camas olieran a mono y de vez en cuando tuvieras pulgas, los días pasaban con tranquilidad. Vivir allí era el más relajado estado en el cual nunca me había sentido. Nos bañábamos en las cascadas, me duchaba en el río, caminaba por la jungla, cortaba bambú con un machete, cocinaba patatas de colores y alimentos de la selva que nunca había visto. Disfrutaba de la fruta como la papaya y el plátano que salían de los árboles de la zona y, sobretodo, había estado durmiendo muy bien, pues el sonido de la naturaleza, y del río, era el mejor relajante que existía. Pero esto cambió esa noche…

No se te ocurra dejar un plato de comida en la mesa sin vigilar. ¡Paula es rápida y se sube a la mesa antes de que te des cuenta!
La noche en la que no pude ni dormir.
Los monos aulladores pueden emitir unos sonidos que se escuchan a más de 5 km y que les sirve a los machos para marcar territorio, tienen una cola con muchísima fuerza y suelen dormir muchas horas, hasta 15, con lo cual Paula casi siempre se iba a dormir en cuanto se ponía el sol, entre las 6 y las 6:30pm, pero ese día no, ese día permanecía en el palo que atravesaba el bungalow donde comíamos presagiando que el sueño era lo que menos le interesaba esa noche. Estaba decidida a realizar el asalto final.

Los monos y muchos otros animales, así como los humanos, tienen emociones y sentimientos muy fuertes, y las mismas necesidades de cariño y amor que nosotros.
Me fui a dormir como siempre, pensando que durante la noche a la mona siempre le entraba sueño y que entonces no había de que preocuparse. La tela de mi red había sido mordida por Paula con lo cual tenía un agujero por la cual ella, y los mosquitos, podían entrar. Mi privacidad había sido anulada por completo. Me puse a dormir y a los pocos minutos Paula se acercaba lenta y silenciosamente para poco a poco ir entrando en mi cama. ¡Hazme un hombre, o un mono, o lo que sea! Debía pensar ella, y yo no me podía creer que un mono quisiera masturbarse, o violarme, o lo que pudiera, porque la energía de la naturaleza había llegado con toda la fuerza que la caracterizaba y las hormonas estaban haciendo la función reproductora. Definitivamente la mona había entrado en su periodo fértil y no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad bajo ningún concepto. La echaba de la cama una y otra vez, me preparé agua para tirarle cuando se acercara, ya que odiaba el agua, hice todo lo que pude para dejarle claro mi rechazo. A ella siempre le dio igual. Esa noche no pude dormir, y a la siguiente noche hubo que encerrarla. La agarré y la llevé a la Jaula, ella entró y se puso a temblar como nunca había visto para posteriormente mearse. Eso eran dos síntomas claros de miedo. ¿Tenía miedo por no poder verme? Una mezcla de sentimientos se apoderaban de mi, y se ponía en marcha una cosa que muchos humanos deberían poner en práctica, la empatía.

Leyendo junto a Paula. Si estaba intentando comprender el cerebro femenino, las reacciones hormonales de Paula me daban mucha información 😉
La empatía.
La empatía es un concepto que fue formulado por primera vez hace solo unos 100 años, en 1909, y que sin duda es elemental para el buen devenir de la sociedad humana y el resto de habitantes que habitan el planeta. Es una capacidad que mucha gente se olvida de practicar y que requiere de cierto entrenamiento para poder ser utilizada correctamente. La empatía no es otra cosa que la habilidad cognitiva y emocional de ponerse en el lugar del otro, es decir, de intentar percibir que es lo que la otra persona siente. La pregunta que uno debe hacerse para entrenar la empatía es: ¿Como pensaría o me sentiría yo si estuviera en la posición de la otra persona o ser vivo, si tuviera sus mismas características y experiencias vividas? La empatía es una herramienta fundamental para el trabajo como psicólogo y nos da una ventaja enorme no solo a la hora de trabajar, sino a la hora de relacionarse. Cuando eres empático con alguien sueles ser más comprensivo, juzgar menos, y en general, conseguir unas mejores relaciones sociales a la vez que ser capaz de evitar el conflicto interpersonal, pero sobretodo, consigues ser más humano.

Me maravillaban sus manos, que eran muy parecidas a las nuestras pero más ásperas.
Como había ido desarrollando esta capacidad a lo largo de los recientes años y ya formaba parte de mi, empecé a sentir pena por Paula y también a ponerme en su lugar. Es decir si, era un incordio que me persiguiera, que no me dejara dormir o que nos robara, pero ¿Acaso no es eso lo que hace un mono? ¿Acaso no estaba todo eso en su naturaleza, en su biología? ¿No es lo mismo que haría yo si hubiera sido ella? Además, había que entender que a pesar de vivir en libertad, yo sabía que ella no era libre, había vivido siempre con humanos y nunca más podría vivir con seres de su especie. ¿Te imaginas vivir una situación así? Debe ser terrible.

Me maravillaba su cola y su increíble agilidad para trepar y saltar por los árboles
Tenía dos opciones, amargarme por la situación o bien utilizar el humor y la empatía. Si la mona me sacaba la lengua, yo se la sacaba a ella, si me perseguía, yo la perseguía, y si yo la perseguía, ella huía. Era como el juego del cortejo. Yo era su mono y me iba a ser fiel el resto de los días que yo estuviera allí. Incluso cuando vinieron más hombres con barba, ella siempre mostró preferencia hacia mi, su «mono dominante». Cuando se pasaron esos tres días en los que sus hormonas le quitaban hasta el sueño para intentar la copulación y ya estaba más tranquila, la empecé a dejar dormir conmigo. No podía satisfacer las necesidades sexuales que ella necesitaba, pero el amor, el amor no entiende de fronteras. La empatía va más allá de ponerse en el lugar del otro, es la capacidad de amar y respetar por encima de todo.

Uno de los diferentes trekkings que puedes hacer en el interior de la reserva
Paula siguió poniéndose celosa, espiándome desde el puente en el río mientras yo me bañaba, persiguiendo a lucas el gato, disfrutando de la comida y las caricias que le dábamos, robando móviles (menos a mi, su macho dominante de pelo en pecho) y en general haciendo sus monerías. Nuestra relación, la de un hombre y una mona, una épica historia de amor platónico digno de Disney siguió evolucionando hasta extremos que no podría haber imaginado. Descubrí que Paula entendía mis tonalidades verbales, si yo le emitía palabras en tonos dulces, ella se acercaba (y me sacaba la lengua, claro). Los juegos se hicieron más intensos, más tiernos, más humanos. Me gané su confianza, y yo decidí confiar en ella. Empecé a maravillarme de su cara sin pelo y de su frondosa barba, de sus manos y sobretodo de su cola. Con la cola se agarraba a lo que quería lo que le permitía tener una agilidad sorprendente, me sorprendía un montón su inteligencia, su capacidad emocional, y en general, me daba cuenta de que nos unían muchas más cosas de las que nos separaban.
También descubrí que le gustaban mis cantos (debe ser el único ser del planeta), así que le cantaba dos canciones, un mundo ideal de Aladdín, que describía muy bien su situación, y la de Pasión de Gavilanes pero en versión mono. Esto no tiene una explicación ¿Vale? Soy yo que soy así de niño jajaja, pero me reía un montón y nos sirvió a Emilia y a mi a recuperar su teléfono que un día Paula decidió robar y subir al techo. Como estaba enamorada de mi y la volvían loca mis cantos, le empecé a cantar para que soltara el móvil. En cuanto oyó mi canto dejó el móvil encima del techo y respondió a la llamada de su enamorado hombre-mono. Con eso, un palo, creatividad y mucha suerte, conseguimos bajar el móvil sin que, milagrosamente, se rompiera. Siempre pensamos que en realidad fue una venganza celosa digna de la canción que yo le cantaba.

El machete, imprescindible para recorrer la selva.
Cuenta en el libro «Las 9 revelaciones» que cuando eres capaz de observar las cosas simplemente maravillándote de sus singularidades, de lo sencillo y a la vez lo complicado que es este mundo precioso que nos rodea, no solo eres más feliz, sino que quizá, también estés siendo capaz de captar la energía que transmite la belleza natural que poseen las cosas.
Una mona se había enamorado de mi, y al final, yo también me había enamorado de ella. <3
PD: La selva del Amazonas y Asia esta siendo talada debido al aceite de palma que está en muchos de los productos alimenticios y cosméticos comunes. Fíjate bien den las etiquetas, no compres nada que contenga la palabra «Palm», ayuda a salvar su casa. No intercambies productos por oxígeno.
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Y ver el vídeo sobre la vida de Paula:
4 comentarios
Excelente relato me encantó, hacia mucho que no leía una historia real, una historia de viajes. Me encantó la parte de la empatía, que gran lección me diste, hoy di un paso más en la vida, gracias por compartir tu experiencia.
Hola Rolando un saludo, oye muchísimas gracias por el comentario, de verdad. Me alegra un montón lo que dices sobre la historia. Y si estoy muy de acuerdo en lo de la empatía, me parece tan importante… Es una herramienta fundamental para tener mejores relaciones interpersonales y para ser más comprensivo y flexible. ¡Un saludo!
Muy buena historia!! puedo saber que libro es… El que dice » cerebro de hombre vs cerebro de mujer»??
¡Hola Pao! La verdad es que no lo recuerdo, era el libro de una trabajadora. Pero si quieres te puedo recomendar el libro el cerebro femenino de LOUANN BRIZENDINE, y también puedes comprar el cerebro masculino de la misma autora. Casualmente el masculino es la mitad del grande que el femenino jejeje.