Todo esto había empezado con un pensamiento, con el convencimiento de que otra vida era posible. De que más allá de trabajar 8 o más horas al día para obtener tu recompensa, el dinero, habían acciones a realizar que te realizaran más. Que la búsqueda del sentido de la vida es algo más que una teoría filosófica, es una opción la cual las personas podemos tomar.
Es la sensación de lanzarte al vacío, de seguir la única guía que nos ofrece la intuición, esa parte de la mente que no se puede demostrar pero que se sabe que existe. Como los sueños, y sin sueños el mundo no sería más que algo concreto, donde la fantasía, lo imposible y lo mágico no tendrían cabida. Como una amiga me había dicho: «Lo imposible solo tarda un poco más»
Así, y después de unos días de preparativos, empezaba el viaje hasta la Patagonia, el sur de Suramérica, el fin del mundo.

Resonaba en mi cabeza la frase que había escuchado en un documental: «Si quieres tener algo que explicar a tus hijos, visita los glaciares». En la foto, el Glaciar Grey, de 28km de largo.
9 de Marzo, La partida.
Para llegar a una de las ciudades más Austral de la Patagonia y capital de la región, Punta Arenas, habíamos salido el 9 de Marzo a las 18h. No era la hora planeada pero llevábamos días preparando la Kombi con la que teníamos que bajar aproximadamente hasta la mitad del camino. Un vehículo tan clásico como alardeado y soñado por aquellos que desean viajar por un largo periodo.
Comprar el chasis, agregarle un motor, reparar y pintar. Hacerlo funcionar y venderlo. Así es como lo habíamos comprado: Un hierro con motor y ruedas, así que Marina y Miguel, dos de los tres amigos con los que iba a viajar tuvieron que ir consiguiendo en pocas semanas que esa masa con energía cinética consiguiera funciones de casa.
Finalmente partimos, cuatro jovenzuelos en una volkswagen combi del 93 iniciando el tan esperado viaje por Sudamérica cuyo planteamiento era el de conocer modos alternativos de vida.

La volkswagen kombi del 93 que había sido reconstruida. Nos dejó «en pana» tres veces en el trayecto entre Valparaiso y Puerto Montt, donde debíamos tomar un avión hacia Punta Arenas.
Una pregunta rondaba por mi cabeza desde hacía ya un tiempo. La crisis en España nos había enseñado que bajo la apariencia de que nuestro estilo de vida era el común y normal, habían muchos otras realidades paralelas de las cuales pasamos a formar parte. El estado del bienestar se nos había acabado y nuevas realidades estaban surgiendo mostrando un mundo en el cual la pobreza es más común que la riqueza. De hecho, ese estado del bienestar no había sido solo una burbuja en la cual vivimos, sino el estallido en la cara de un modelo económico que agonizaba tanto como lo hace la tierra. El capitalismo actual, después de la liberación del mercado es un sistema cuya única regla es la siguiente: los más ricos siempre ganan. El aumento de la desigualdad ha sido una constante que ha alcanzado magnitudes demasiado altas. Los aires a re-evolucione se habían empeado a palpar en la calle, en las conversaciones y en el inconsciente colectivo.

Llegando a uno de los campamentos en el Trekking de la Torres del Paine. Ocho días de duro Trekking por la Patagonia.
La pregunta que entonces surcaba en mi cabeza era: ¿Que alternativas existen para darle la vuelta al mundo?
Darle la vuelta al mundo era un objetivo tan real como metafórico, la verdad estaba ahí afuera.